viernes, 15 de octubre de 2010

Vía crucis en el duelo a una comunista

Una familia denuncia las trabas sufridas para enterrar a una mujer atea sin la presencia de símbolos religiosos

Tener un funeral sin símbolos religiosos en España es un calvario". Camelia Casas enterró a su abuela, Teresa Morán Tudó, fallecida en A Coruña a los 99 años, el pasado 21 de septiembre, después de sortear un rosario de situaciones en las que "la cruz católica estuvo presente en todo momento". Y ocurrió pese a la insistencia de la familia por tener un duelo acorde al pensamiento que defendió la abuela Tere durante toda su vida: "Era atea, activista, luchadora, afiliada al Partido Comunista de España (PCE) y militante desde 1931, cuando ingresó en las Juventudes", recuerdan. Pero su duelo estuvo plagado de cruces: en la esquela, en el tanatorio y en féretro.

Cuando la familia entró en el túmulo del Tanatorio M-40 de Madrid, una gran cruz católica de madera noble y de un metro y medio de altura presidía la sala de Tere. "La ponemos por defecto, porque en el 95% de los casos el entierro se realiza siguiendo el rito católico", justificó días después un portavoz de la empresa que gestiona el centro.

"El problema es que vivimos en una sociedad en la que se da por supuesto que somos todos católicos. Pero, ¿tanto cuesta preguntar si queremos símbolos religiosos?", se quejó Camelia, apelando al artículo 16 de la Constitución Española : "Ninguna confesión tendrá carácter estatal".
Nuevas cruces

El hijo de Tere había manifestado previamente a la empresa funeraria gallega que no querían la presencia de símbolos religiosos. "Si la funeraria no nos avisa, no lo sabemos hasta que llega la familia", justificó el portavoz del tanatorio. Tras el apercibimiento, el gran crucifijo que se erigía en la estancia se retiró de inmediato. También el faldón, que tapaba la camilla bajo el sepulcro, con una reluciente cruz dorada bordada sobre tela de terciopelo negro.

El colmo fue que la tapa del féretro estaba coronada con un Cristo. "Les pedimos que lo retirasen, pero fue complicado", recuerda Camelia. La figura se pudo desatornillar, pero el crucifijo estaba anclado a la cubierta. "La tapa no la podemos retirar porque va amarrada al féretro. Si la arrancamos, no sabemos las consecuencias", advirtió un responsable de la empresa. Pero la voluntad de Tere pesó más. El féretro no resultó dañado, pero quedó la marca del barniz.

Antes de morir, la mujer dejó claras dos voluntades: que la bandera con el logotipo del PCE cubriera su féretro y que estuviese acompañado por una corona de flores de sus compañeros de partido.

A pesar de su militancia, Tere permaneció durante toda la dictadura franquista en España. En 1945, la detuvieron por auxiliar a compañeros del PCE fugados. Tras cumplir una pena de cuatro años de prisión, se refugió en su familia, a la que narró mil y una veces cómo fingía desmayos, para no tener que acudir a las misas de la cárcel, obligatoria en las prisiones en la década de 1940. "Y del mismo modo que los curas pasaban por delante de los pelotones de fusilamiento con un Cristo para que los condenados lo besasen, en la cárcel también se lo ponían. Pero ella y otras reclusas se rebelaron", valora Camelia.

El último tropezón religioso lo encontraron en la esquela que salió publicada el mismo día de su muerte en el periódico El País. A pesar de no ser un diario conservador y de la insistencia de la familia, en la esquela apareció dibujada una nueva cruz. El medio derivó las responsabilidades en la empresa que realiza los textos fúnebres, pero dos días después publicó una nota de disculpa y una nueva esquela, al fin, sin crucifijo.

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